sábado, 24 de noviembre de 2007

UN MEZZO CHENIER

ANDREA CHENIER
Ópera en cuatro actos de UMBERTO GIORDANO, según libreto de L. Illica
Nueva producción escénica de la ÓPERA DE NIZA
Andrea Chénier JORGE DE LEÓN • Carlos Gérard CARLOS ÁLVAREZ
Maddalena di Coigny ELMIRA VEDA • Bersi LOLA CASARIEGO
CORO DE ÓPERA DE MÁLAGA
ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA
Director de escena PAUL EMILE FOURNY
Director del Coro FRANCISCO HEREDIA
Director musical DANIEL LIPTON




ANOCHE ESTRENÓ el Teatro Cervantes de Málaga un Andrea Chenier que me dejó en la cuerda floja, con el juicio suspendido. Cosa rara en mí, debo decir, pues tengo claro lo que me gusta y lo que detesto y no suelo quedarme en lo tibio. Pero ahí estuve, durante toda la representación y buena parte de la apetitosa cena posterior, ni caliente ni frio.Y es que asistimos a un Andrea Chenier que sólo convenció a medias. De la ópera sigo pensando lo mismo. Una obra efectista, con pasajes de indudable belleza musical y fuerza dramática engarzados por largos tramos de pura rutina. Una especie de Tosca menor que se ha mantenido en el repertorio principalmente por las posibilidades de lucimiento para tres cantantes con torrentes de voz. Aunque algunos han demostrado que caben sutilezas belcantistas (Bergonzi y Caballé, por ejemplo), lo que ha excitado tradicionalmente al público en esta ópera ha sido la trompeta sin matices de un Del Monaco.

La función anoche tuvo como aliciente esencial -claro e indiscutible nada más abrir la boca- el Gérard ejemplar de Carlos Álvarez. Pletórico de voz, con timbre oscuro y atractivo, excelente fiato y buena presencia dramática, nunca he visto mejor al barítono malagueño. Mientras que en Rigoletto, por ejemplo, eché en falta una profundización más allá de los gestos superficiales en la retorcida psicología del jorobado, aquí exhibió una completa identificación con un personaje atormentado por múltiples emociones en conflicto, sin duda el más complejo e interesante de la ópera. Y todo ello sin caer en la fácil sobreactuación para ordeñar aplausos. Creo que este papel, que ha cantado ya numerosas veces y más recientemente en la inauguración de la temporada del Liceu, es seguramente el mejor de su repertorio.
Jorge de León es un tenor canario muy joven y de buena presencia, totalmente creíble físicamente en el papel del ardiente poeta y de sorprendente parecido con el cantante creador de Andrea Chenier. Lamentablemente todavía no ha aprendido a utilizar su nada despreciable voz, atractiva y con "squillo", para comunicar emociones. Hizo un repaso a las notas de la partitura, con ocasionales desvíos en la afinación, sin que aparentemente comprendiera lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Como un Chenier que no se hubiera percatado de la toma de la Bastilla. Pero tiene tiempo por delante y con estudio y experiencia, amén de mejores directores musicales y escénicos, su nombre podría llegar a sonar.
Lo mejor de De León se vió en los dos dúos con la Maddalena de Elmira Veda. La soprano rusa, sin un timbre memorable, y aunque con nervios y demasiadas miradas a la batuta del director, ofreció una sólida interpretación y estuvo particularmente emotiva en La mamma morta. Casariego cumplió bien con su papel de relleno. El aria de la Madelon, desprovista de toda su fuerza dramática, estuvo interpretada al parecer por una cantante del coro

Un coro, evidentemente poco ensayado, que resultó patético y curiosamente comedido, algo grave en una ópera en que representa el ardor de las masas desatadas. Su canto revolucionario, contrapunto de la gavota al final del primer acto, pareció más un acompañamiento vocal de la fiesta aristocrática que la destrucción del mundo galante del Antiguo Régimen. Que su director Francisco Heredia, que además nos martirizó con dos papeles comprimarios, tuviera la osadía de colocarse en el centro de los artistas mientras saludaban al final, es un nuevo récord en falta de pundonor.
La producción fue cutre y sin asomo de inteligencia dramática. Una especie de versión en concierto con vestuario y cuatro muebles. La orquesta sonó bien a ratos, con una dirección musical algo errática. Pero la verdad es que salí sin arrepentirme de haber ido, algo infrecuente para mí en las minitemporadas del Cervantes malagueño.

(Foto: Tenor italiano Giuseppe Borgatti (1871-1950), que creó con gran éxito el papel de Andrea Chenier en la Scala en 1896.)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo. Jorge de León es un bloque de mármol sin desbastar y sin pulir, pero la materia es de calidad.
Diego

Tolo dijo...

Me gusta esa imagen del bloque de mármol. Ingeniosa y además le viene que ni pintado. Esperemos que encuentre el escultor que le de forma sin destrozarlo.

Anónimo dijo...

Despues de leer tu comentario, me queda poco que analizar de la citada ópera. Como siempre, me gustó mucho la interpretación de Carlos. La soprano y el tenor me gustaron también. Así que la ópera en su conjunto me pareció bien, aunque los peros pueden ir por la escenografía y la direccion de escena.

Tolo dijo...

Bueno, José Manuel, sigues siendo mucho más benévolo que yo en tus juicios. : )

Anónimo dijo...

Interesante blog, Tolo.