lunes, 31 de diciembre de 2007

O DEL MIO DOLCE ARDOR...


MIS DOCE MOMENTOS EN OPERA

Elegir 12 momentos fundamentales en mi experiencia de apasionado a la ópera, con grabaciones de estudio y sin repetir cantante ni compositor, no es tarea fácil. Muchos significativos quedarían fuera aún limitándome a los de Montserrat Caballé, aquí representada por su sublime Norma, severa sacerdotisa y conmovedora madre, en la sobrecogedora escena final, acompañada por el recio Pollione de Plácido Domingo. Acababa de abandonar la adolescencia cuando el dúo central de este finale me enganchó para siempre al placer de la Ópera. Un nume, un fato di te più forte, ci vuole uniti in vita e in morte… Versos de pasión más allá de la muerte que dentro de mí no han dejado de resonar desde entonces. Y todos estos años canté y lloré con la ópera. En momentos de carencia emocional los adioses a la vida de Cavaradossi y Dido, interpretados con honda pero refinada emotividad por Carreras y De los Angeles, me hundieron con gusto un poco más en la melancolía. Pero mayormente la Ópera ha alegrado mi vida. Y nadie tanto como Rossini, el más eficaz antidepresivo que conozco, sobretodo servido por una voz perfecta para su estilo -la escena de Malcolm es un milagro- como la de Horne. O Handel, al que empecé a descubrir con Giulio Cesare y esa aria del astuto cazador que Stutzman, una auténtica contralto, canta ejemplarmente. Fue quizás la brillante extravagancia de este arte irracional, donde también se odia cantando, lo que más me sedujo. Y aún recuerdo el impacto de la primera audición del aria de la Reina de la Noche, en la que Streich desafía las leyes de la física. O del grito a las armas de Manrico, aquí espectacularmente recreado por Pavarotti, en una escena que ejemplifica como pocas la excitación visceral de este arte. Dado también al vuelo de la ensoñación –el mundo exterior me fue inhóspito y hostil durante toda mi primera juventud-, en la introspectiva sensualidad de la ópera francesa encontré alas. Particularmente con la vocalidad elegante y seductora de tenores como Kraus, Simoneau y Gedda. El canto acariciante de éste último en una rareza de La Muette de Portici llega a placer sensual. Mientras Callas en Mon coeur s’ouvre à ta voix enebria espesando el tono con la riqueza del chocolate fundido y crea una amante irresistible. Ah! réponds à ma tendresse! Verse-moi, verse-moi l'ivresse! Esa borrachera de los sentidos que sólo he encontrado en la Ópera. Pero jamás he visto tan bien expresado el arrobo del enamoramiento, cuando se apaga el mundo y sólo vemos al amado, como en el aria de Gluck con la voz de Berganza. L’aura que tu respiri al fin respiro. Canción de amor y muerte es la Ópera, aunque, como refleja esta selección, la guadaña se rinde al dolce ardor.

(Foto: Alucinando en el escenario del Teatro Real)
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1 Die Zauberflöte (Mozart): Der Holle Rachle Kocht In Meinem Herzen (Rita Streich) DEUTSCHE GRAMMOPHON

2 Elena e Paride (Gluck): O del mio dolce ardor (Teresa Berganza) DECCA

3 Giulio Cesare (Handel): Va tacito e nascosto (Nathalie Stutzmann) RCA

4 Dido and Eneas (Purcell): Thy hand, Belinda... When I am laid in earth ( Victoria de los Angeles) DECCA

5 La donna del lago (Rossini): Mura felici (Marilyn Horne) DECCA

6 Norma (Bellini): Qual cor tradisti… Deh! non volerli vittime (Montserrat Caballé y Plácido Domingo) RCA

7 La muette de Portici (Auber): Du pauvre seul ami fidele (Nicolai Gedda) EMI

8 Il Trovatore (Verdi): Ah sì, ben mio...Di quella pira (Luciano Pavarotti) DECCA

9 Les pecheurs de perles (Bizet): Je crois entendre encore (Leopold Simoneau) DEUTSCHE GRAMMOPHON

10 Tosca (Puccini): E lucevan le stelle (José Carreras) PHILIPS

11 Werther (Massenet): Pourquoi me réveiller (Alfredo Kraus) BONGIOVANNI

12 Samson et Dalila (Saint-Säens): Mon coeur s'ouvre à ta voix (Maria Callas) EMI

miércoles, 5 de diciembre de 2007

TOP TEN: GRABACIONES DE ÓPERAS DE VERDI







"CANTÓ Y LLORÓ por todos", dijo de él Gabriele D'Annunzio. Y la figura de Giuseppe Verdi no ha hecho más que agigantarse desde su fallecimiento en una suite del Grand Hotel de Milán en 1901. Nunca se han apreciado más sus 28 óperas. No existe sentimiento humano que no haya quedado explorado en ellas. Entre compositores de ópera, sólo Mozart puede medirse con él. Un año después de su muerte, en otra suite del mismo hotel, el joven Enrico Caruso grabó sus primeras diez arias y dos de Verdi -‘Questa o quella’ y ‘Celeste Aida’-, legitimando al gramófono como invento cultural. Centenares de voces, algunas tan grandes como las de Rosa Ponselle o Giovanni Martinelli, han grabado desde entonces sus mejores arias. Carlo Bergonzi en un legendario álbum, disponible en 3 discos compactos (PHILIPS), cantó -como nadie- todas las arias verdianas de tenor. En las tiendas y en Internet se hallan múltiples versiones de todas sus óperas. Elegir las diez mejores, por supuesto, es un ejercicio imposible. Pero he aquí la lista:

AIDA. Leontyne Price. Jon Vickers. Rita Gorr. Robert Merrill. dir: Georg Solti. DECCA
Voces gloriosas se imponen sobre la dirección prosaica de Solti. Price (Aida) en su mejor papel y Vickers un Radamés heróico y excitante. Gorr, una Amneris desbordada como el mismísimo Nilo. Otra Aida imprescindible sería la de Caballé, en la cima de sus poderes vocales, para Muti (EMI). Yo no podría vivir sin las dos.

DON CARLO. Montserrat Caballé. Plácido Domingo. Shirley Verrett. Sherrill Milnes. Ruggero Raimondi. dir: Carlo Maria Giulini. EMI
La versión en 5 actos en italiano, con la orquesta del Covent Garden y la trascendente batuta de Giulini. Caballé es una Elisabetta grandiosa y emocionante que apenas respira. Domingo, un príncipe pletórico y romántico. La afilada Eboli de Verrett derrocha pasión y canta todas las notas, algo nada corriente en este papel.

LA FORZA DEL DESTINO. Martina Arroyo. Carlo Bergonzi. Piero Cappucilli. Biancamaria Casoni. Ruggero Raimondi. dir: Lamberto Gardelli. EMI
Bergonzi, el mejor tenor verdiano del siglo, es el perfecto Alvaro. Arroyo, una soprano infravalorada, borda el papel de Leonora. Capuccilli (Carlo) ofrece lección de fraseo. Una versión algo olvidada que merece redescubrimiento.

GIOVANNA D’ARCO. Montserrat Caballé. Plácido Domingo. Sherrill Milnes. dir: James Levine. EMI
Deliciosa rareza del primer Verdi, donde Juana de Arco no muere quemada sino heróicamente en el campo de batalla. Dirigida con vigor por el joven Levine, quizás sea la mejor grabación de estudio de Caballé, ‘rapita in stasi’ -como marca la partitura- y flotando interminables notas celestiales en perfecta comunión con los ángeles. Complementada con frescura vocal por el joven Domingo. Una joya.

MACBETH. Piero Cappuccilli. Shirley Verrett. Plácido Domingo. Nicolai Ghiaurov. dir; Claudio Abbado. DEUTSHE GRAMMOPHON
Cappucilli, plenamente identificado con el atormentado rey, vocaliza con introspección e inteligencia y deja los excesos para Lady Macbeth. La intensidad de la Verrett, segura en todos los registros, parece llegarle del propio infierno. Abbado y la orquesta de la Scala siguen fielmente las puntillosas indicaciones de Verdi.

NABUCCO. Elena Souliotis. Tito Gobbi. Carlo Cava. Bruno Prevedi. dir: Lamberto Gardelli. DECCA
La opera que convirtió a Verdi en héroe nacional y le dio a Italia su verdadero himno (‘Va pensiero’). Souliotis, presunta heredera de Callas, se consumió en el firmamento lírico con la velocidad de un meteoro, pero tuvo tiempo de grabar esta poderosa Abigaille. Gobbi usa todos los colores de la voz humana, y algún otro, para pintar el más completo retrato de Nabucco. Gardelli exhibe amor por la partitura.

OTELLO.Plácido Domingo. Renata Scotto. Sherrill Milnes. dir: James Levine. RCA
Aunque en años posteriores Domingo perfiló su interpretación, aquí es ya un poderoso y complejo Otello, y está acompañado de la conmovedora Desdémona de Scotto, cuyas notas -aunque ocasionalmente inseguras- le salen del alma. Milnes canta Iago con buen sentido dramático y plenos recursos. También habría que escuchar a Mario del Monaco, particularmente en la grabación en vivo desde el MET (1958), con el soberbio Iago de Leonard Warren y la virginal e incomparable Desdémona de Victoria de los Angeles (MYTO).

RIGOLETTO. María Callas. Giuseppe Di Stefano. Tito Gobbi. dir: Tullio Serafin. EMI
Guiada por Serafin, el mejor director de opera italiana, nadie ha comprendido como Callas las posibilidades dramáticas de Gilda, inocente y apasionada al mismo tiempo. Di Stefano es un duque fresco y apropiadamente seductor y Gobbi explora recovecos emocionales y expresivos en cada frase de su singular bufón.

LA TRAVIATA. Montserrat Caballé. Carlo Bergonzi. Sherrill Milnes. dir: Géorges Prête. RCA.
En ninguna otra grabación siguen soprano y tenor con mayor fidelidad las minuciosas indicaciones de la partitura, aqui grabada por primera vez completa. La Caballé, en 1967 en los comienzos de su estrellato internacional, no necesita "ser dramática", con histrionismos añadidos, sino que halla todo el drama en la música. Bergonzi es la pareja perfecta. Ambos iluminan con sutileza innumerables pasajes de la Traviata mejor cantada en la historia del disco. Pero hay que escuchar también a Callas, que encarna a Violetta con conmovedora singularidad en la grabación en vivo de Lisboa (1958), secundada por el distinguido Alfredo del joven Kraus.

IL TROVATORE. Franco Corelli. Leontyne Price. Giulietta Simionato. Ettore Bastianini. dir: Herbert von Karajan. Grabación en vivo, Salzburgo (1962).
Disponible en varios sellos a precios de ganga (Gala, Opera d’oro...), es la más visceral grabación de una opera que necesita los cuatro mejores cantantes del mundo. Corelli es el Manrico del siglo y Price, con su voz de tintes oscuros, la perfecta Leonora. Bastianini, un conde de Luna lírico y seguro. Simionato, una Azucena totalmente fuera de sí (aquí un cumplido). Karajan es Karajan.

(Foto: Giuseppe Verdi, assorto nello sforzo del pensiero creativo,1845)

lunes, 26 de noviembre de 2007

JUANES ME ENAMORA

PUES SÍ, este chico colombiano mejora con los años y no sólo en su música. No hay más que verlo aquí. El sencillo Me Enamora de su último álbum (La Vida Es Un Ratico) suena fantástico. Una soberbia fusión de rock y ritmos tradicionales sudamericanos que me recarga las pilas en tres minutos.

Esta canción, no sé, aunque a primera vista comercial y facilona (hay mejores desde luego en el álbum), me habrá tocado alguna fibra personal. El caso es que no me canso de escucharla. Y sin ti mi vida es como un remolino de cenizas que se van... volando con el vientooooooooooooooo...

sábado, 24 de noviembre de 2007

UN MEZZO CHENIER

ANDREA CHENIER
Ópera en cuatro actos de UMBERTO GIORDANO, según libreto de L. Illica
Nueva producción escénica de la ÓPERA DE NIZA
Andrea Chénier JORGE DE LEÓN • Carlos Gérard CARLOS ÁLVAREZ
Maddalena di Coigny ELMIRA VEDA • Bersi LOLA CASARIEGO
CORO DE ÓPERA DE MÁLAGA
ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA
Director de escena PAUL EMILE FOURNY
Director del Coro FRANCISCO HEREDIA
Director musical DANIEL LIPTON




ANOCHE ESTRENÓ el Teatro Cervantes de Málaga un Andrea Chenier que me dejó en la cuerda floja, con el juicio suspendido. Cosa rara en mí, debo decir, pues tengo claro lo que me gusta y lo que detesto y no suelo quedarme en lo tibio. Pero ahí estuve, durante toda la representación y buena parte de la apetitosa cena posterior, ni caliente ni frio.Y es que asistimos a un Andrea Chenier que sólo convenció a medias. De la ópera sigo pensando lo mismo. Una obra efectista, con pasajes de indudable belleza musical y fuerza dramática engarzados por largos tramos de pura rutina. Una especie de Tosca menor que se ha mantenido en el repertorio principalmente por las posibilidades de lucimiento para tres cantantes con torrentes de voz. Aunque algunos han demostrado que caben sutilezas belcantistas (Bergonzi y Caballé, por ejemplo), lo que ha excitado tradicionalmente al público en esta ópera ha sido la trompeta sin matices de un Del Monaco.

La función anoche tuvo como aliciente esencial -claro e indiscutible nada más abrir la boca- el Gérard ejemplar de Carlos Álvarez. Pletórico de voz, con timbre oscuro y atractivo, excelente fiato y buena presencia dramática, nunca he visto mejor al barítono malagueño. Mientras que en Rigoletto, por ejemplo, eché en falta una profundización más allá de los gestos superficiales en la retorcida psicología del jorobado, aquí exhibió una completa identificación con un personaje atormentado por múltiples emociones en conflicto, sin duda el más complejo e interesante de la ópera. Y todo ello sin caer en la fácil sobreactuación para ordeñar aplausos. Creo que este papel, que ha cantado ya numerosas veces y más recientemente en la inauguración de la temporada del Liceu, es seguramente el mejor de su repertorio.
Jorge de León es un tenor canario muy joven y de buena presencia, totalmente creíble físicamente en el papel del ardiente poeta y de sorprendente parecido con el cantante creador de Andrea Chenier. Lamentablemente todavía no ha aprendido a utilizar su nada despreciable voz, atractiva y con "squillo", para comunicar emociones. Hizo un repaso a las notas de la partitura, con ocasionales desvíos en la afinación, sin que aparentemente comprendiera lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Como un Chenier que no se hubiera percatado de la toma de la Bastilla. Pero tiene tiempo por delante y con estudio y experiencia, amén de mejores directores musicales y escénicos, su nombre podría llegar a sonar.
Lo mejor de De León se vió en los dos dúos con la Maddalena de Elmira Veda. La soprano rusa, sin un timbre memorable, y aunque con nervios y demasiadas miradas a la batuta del director, ofreció una sólida interpretación y estuvo particularmente emotiva en La mamma morta. Casariego cumplió bien con su papel de relleno. El aria de la Madelon, desprovista de toda su fuerza dramática, estuvo interpretada al parecer por una cantante del coro

Un coro, evidentemente poco ensayado, que resultó patético y curiosamente comedido, algo grave en una ópera en que representa el ardor de las masas desatadas. Su canto revolucionario, contrapunto de la gavota al final del primer acto, pareció más un acompañamiento vocal de la fiesta aristocrática que la destrucción del mundo galante del Antiguo Régimen. Que su director Francisco Heredia, que además nos martirizó con dos papeles comprimarios, tuviera la osadía de colocarse en el centro de los artistas mientras saludaban al final, es un nuevo récord en falta de pundonor.
La producción fue cutre y sin asomo de inteligencia dramática. Una especie de versión en concierto con vestuario y cuatro muebles. La orquesta sonó bien a ratos, con una dirección musical algo errática. Pero la verdad es que salí sin arrepentirme de haber ido, algo infrecuente para mí en las minitemporadas del Cervantes malagueño.

(Foto: Tenor italiano Giuseppe Borgatti (1871-1950), que creó con gran éxito el papel de Andrea Chenier en la Scala en 1896.)

jueves, 22 de noviembre de 2007

EL CHICO DE LA ESQUINA














Lleva varios días ahí.
En una esquina de la plaza Montaño, donde está mi casa. Me lo encuentro por la mañana temprano cuando salgo para ir al trabajo y por la tarde, cuando regreso, ahí sigue. Su misión: evitar que el tráfico entre por la calle Guerrero, porque más abajo están haciendo obras. Debe ser sudamericano y con sus profundos ojos negros mira como sin mirar. Su aire taciturno le arropa en cierto misterio. En qué pensará todas esas horas para sobrellevar el aburrimiento. Esta tarde, desde mi balcón, le he sacado esta foto.
Quizás mañana le diga hola.

sábado, 17 de noviembre de 2007

MALA NOCHE (EEUU, 1985)... ANOCHE

POR FIN ANOCHE PUDE VER MALA NOCHE,opera prima de Gus Van Sant, en la excelente edición en DVD de The Criterion Collection, que resalta el distintivo claroscuro de la fotografía en blanco y negro y aclara el problemático sonido de una película realizada en 16 mm y con un presupuesto de 25.000 dólares (del propio bolsillo del director). "Tan cruda y auténticamente personal -dijo el Washington Post en una cita recogida en el poster del filme- que se siente como rodada a través del ojo de una cerradura." Y ciertamente es ésta la principal virtud de este ensayo primerizo que ya anuncia las líneas básicas del cine posterior de un director que, aunque ha flirteado con Hollywood, ha sabido mantenerse al margen. Saltos de espacio y tiempo en el zigzagueante discurso narrativo, papel fundamental del montaje en la especificación del sentido argumental (la escena de la sodomización en primerisimos planos de los cuerpos es sólo el ejemplo más brillante), cruda exploración de la naturaleza del deseo, antisentimental disección de las fragilidades de la condición humana, decantación por la marginalidad sexual y social... Elementos todos ellos del cine de Van Sant que aquí ya se entretejen para componer una historia simple, pero profundamente sentida, de la pasión imposible de Walt, un joven gringo, por Johnny, un adolescente mexicano inmigrante heterosexual.

Es difícil no juzgar MALA NOCHE con la perspectiva de todo lo que vendría después (My Owm Private Idaho, Drugstore Cowboy, Elephant...) y encontrarla inevitablemente imperfecta y poco pulida. Pero aquí radica también su principal atractivo. Como si de un "reality show" se tratara, asistimos, inadvertidos, a momentos acelerados de unas vidas corrientes pero nada ordinarias, elevadas a categorías simbólicas por una imaginería de fuertes contrastes caravaggiescos. La película transpira descarnada energía y unas ganas creativas poco frecuentes y nos recuerda las posibilidades del cine para decir algo significativo. Prácticamente ignorada y no distribuída en 1985, ya era hora que se la rescatara. Pero que su protagonista, el excelente y atractivo Tim Streeter, prácticamente no haya hecho nada desde entonces, es una irreparable injusticia.

viernes, 9 de noviembre de 2007

HORROR!!!!!! UN INTERRUPTOR GAY









ES ESTA UNA IMAGEN que me ha dado que pensar. A ver, qué ocurriría si existiera algo así como un interruptor gay. Uno le da para abajo y dejas de ser gay... y supone uno que luego le das para arriba y vuelves a tu estado natural. Bueno, considerado así no es para alarmarse. Si quisieras probar qué es eso de ser hetero (aunque en fin, visto lo visto, no sé como a nadie podría picarle la curiosidad), pues bien con darle al botoncito asunto resuelto. Claro que ¿y si luego se estropea el invento? Le das para arriba y nada, no funciona. Hetero para siempre. Sólo pensarlo me pone los pelos de punta. Espeluznante pesadilla...

Claro, de adolescente, si hubiera existido semejante invento, le habría dado para abajo sin dudarlo. Es difícil a esa edad no verse condicionado por el acoso social del heterofascismo dominante. Pero ahora, y desde hace tiempo (mucho antes de la normalización de Zapatero), si semejante artilugio existiera yo desde luego me mantendría a muy prudente distancia. No fuera que accidentalmente le diera al interruptor y después se encasquillara.

sábado, 3 de noviembre de 2007

RODIN EN MALAGA













BUENA SORPRESA toparme con el Pensador a la entrada de la calle Larios, la principal de la ciudad. Hace años lo vi en el museo Rodin de París, pero aquí en plena calle, desprovisto del envoltorio de la galería de arte y acariciado por la brisa mediterránea, parece más cercano. Menos colosal y menos meditabundo quizás, pero más humano.
Pionera y fantástica exposición ésta que saca siete grandes esculturas del gran artista francés a la calle, su lugar natural. Y todo gracias al buen hacer cultural de la Caixa, para que luego hablen de los catalanes... Esta imagen es una de mis favoritas del centenar largo que tomé.

miércoles, 24 de octubre de 2007

ABRIENDO LOS OJOS AL MUNDO



Aquí estoy. Algo embobado (o aturdido) con las luces y el barullo de la feria, bajo la amorosa mirada de mi padre. Yo, claro, no recuerdo nada. Pero era verano, había olor a limones con sal y manzanas rojas de caramelo. La camisita de color amarillo y los ojos todavía inocentes. Había dado pocas vueltas en el tiovivo de la vida. De todas mis fotos es la que más me gusta. Porque muestra en una simple imagen la tierna relación con mi padre, que no mira a la cámara porque sólo tiene ojos para mí. Han pasado muchos años. Aquel niño ha dado muchos tumbos. Hoy es muy diferente del que se suponía que debía ser. Escapó de una España mediocre y volvió transformado a un país muy diferente. Casi nada me une a esa criatura que al parecer fuí. Sólo una cosa se ha mantenido sin cambio. El cariño enorme y protector de mi padre, paraguas y refugio.

sábado, 16 de junio de 2007

COLIN FARREL. (2002)

Parece mentira que haga tanto tiempo. Pero, aunque no se luciera precisamente en Alejandro Magno y fuera tan timorato a la hora de besar a otro actor en la pantalla, yo por este chico tengo debilidad. Fue mi última entrevista en Hollywood, el final de una larga etapa. No la echo de menos. Nunca me excitó el polvo de estrellas. Pero Colin...


NACIÓ EN DUBLÍN y rezuma encanto irlandés. Hijo de famoso futbolista, él prefirió la escuela de arte dramático, que dejó pronto para darse a conocer en una serie de la BBC. En EEUU sólo empezó a llamar la atención el pasado año, cuando destapó bastante más que su talento como recluta rebelde en Tigerland. Ahora vuelve a ser soldado en Hart’s War, donde mide fuerzas con Bruce Willis. Pronto lo hará con Tom Cruise en Minority Report, la nueva película de Steven Spielberg. Por su más reciente trabajo (The Farm) ha doblado el salario, que ya es de 5 millones de dólares. Este chico no corre, vuela. Y viéndole entrar a nuestra entrevista en Las Vegas, nueva sensación de Hollywood, con vaqueros ajustados, camiseta negra y sonrisa desarmante, no es difícil comprender tanto revuelo. ¿Pero el de su pelo?

-¿Y este peinado que traes? ¿Es un nuevo estilo?
-“No, casi acabo de saltar de la cama… Y no tengo estilista personal. (Alborotándolo aún más con la mano) ¿No te gusta?.”

-Sí, sí, te sienta muy bien. ¿Cansado de tanto promocionarte?
-“Bueno, ayer hice 88 entrevistas de dos minutos cada una para televisión y, tras repetir lo mismo una y otra vez, te sientes la persona más plomo del planeta, pero vamos, tampoco voy a quejarme…”

-Ese tatuaje que se te adivina en el brazo derecho, ¿me lo enseñas?
-“(Remangándose la camiseta). Sí… Me lo hice hace unos ocho meses… Siempre quise tener uno, pero no encontraba nada que me gustara. Pero fuí a Tahiti, vi unos diseños bonitos y me puse este….”

-Enorme y lleno de arabescos indígenas.
-“Sí y tiene las iniciales del nombre de mi familia… No creo que quiera quitármelo nunca, pero como cambie de opinión va a ser bastante difícil, porque es muy grande…”

-A Tahití fuiste tras fugarte y casarte en una boda relámpago con la actriz Amelia Warner en julio. Pero en noviembre ya estábais separados.
-“Sí, pedimos el divorcio.”

-¿Eres tan impulsivo para todo?
-“Sí, espontáneo… Que pase lo que tenga que pasar. Vivo al día y tomo cada cosa como llega.”

-¿Te ha afectado mucho esta separación? ¿Te da pena?
-“¿Pena? Noooo…Me siento personalmente bien, y ella también. Ambos seguimos vivos y en contacto… Pero vamos, tampoco voy a negar que derramé mis lágrimas.”

-¿Tienes nueva chica?
-“No, no tengo novia ahora mismo. Estoy libre…”

-¿Cambia eso en algo la manera en que abordas tu trabajo?
-“¿No tener novia? No, realmente no… Fue fantástico que Mely estuviera conmigo durante los cuatro meses y medio del rodaje de esta película en Praga. Es maravilloso estar enamorado y quizás eso añadió una cierta ternura a mi personalidad que me facilitó interpretar a un personaje como Tommy Hart, que es como muy entrañable…”

-¿Se te arrojan ahora las mujeres a los pies aún con más facilidad?.
-“¿A los pies? Aún no se me ha arrojado niguna. Sigo esperando…”

-O sea que no te importaría.
-“Por supuesto que no. Mira, tengo 25 años… Si alguien se me ofrece, ¿qué esperas que haga? ¿Qué no me divierta y no haga el amor? Por supuesto que no. Yo no voy a rechazar a nadie por temor a que se interponga entre mí y mi trabajo.”

-Por cierto, tus películas hasta la fecha han tenido repartos casi exclusivamente masculinos.
-“Es cierto, pero en la que estoy haciendo ahora, The Farm, hay una chica y es mi novia, así que espero que siente precedente…”

-En Tigerland tuviste, sin embargo, una escena de cama bastante subidita. ¿Te corta desnudarte en la pantalla?
-“Para nada…Me despeloto sin problemas. Una polla no es más que piel, como cualquier otra parte del cuerpo. No me apura en absoluto quitarme la ropa. Todos sabemos lo que llevamos debajo. Algunos más que otros, pero bueno…”

-No temes las comparaciones odiosas.
-“No, la verdad es que no… Estoy contento con lo que tengo.”

-¿Y como te sienta que en Hollywood te llamen el próximo Brad Pitt?
-“Me halaga. Siempre he admirado el trabjo de Pitt. Pero intento no pensar en eso, ni medirme con nadie, ni imitar, ni seguir sus pasos. Yo respeto a la gente por su trabajo, si es que lo respeto, y nada más.”

-También dicen que tu mayor atractivo son esos ojos negros, por donde casi se te escapa el alma. ¿Tú crees?
-“No tengo ni idea de cuál es mi mayor atractivo, aunque sé que el físico es bastante importante… Hace poco alguien me preguntó que qué se sentía al ser la próxima gran cosa. Bueno, pues puedo decir que es mejor ser la próxima gran cosa que la última pequeña cosa, ¿no? A mi todo me parece bien, que digan o escriban lo que sea. ¿El próximo Brad Pitt? Pues bueno. Me encanta, me encanta eso… Con Pitt coincidí una vez en una fiesta. Simplemente nos dimos la mano, pero por lo que oigo es un tío encantador.”

-¿Qué te atrajo de ‘Hart’s War’ y un papel que John Cusack rechazó?
-“Que era una historia bastante honesta y bastante bien escrita. Cuando leo un guión, es su totalidad lo que miro, todos los papeles, no sólo el mío. Así que no fue tanto el personaje en sí… No tiene sentido interpretar un buen personaje si la película es una mierda.”

-Cuentan que te lo pasastes bomba en los bares de Praga.
-“Oh, sí. Me encanta beber y esta es una ciudad fantástica para eso, extraordinaria cerveza y todo lo demás. En ese sentido fue un poco como Irlanda, donde también tenemos buenos bares. Pero al mismo tiempo fue triste, porque hay mucho dolor y pobreza en Praga… Si no llevas anteojeras, lo ves por todas partes, aunque la ciudad sea muy hermosa.”

-¿Te atrae la política? ¿Tienes alguna opinión sobre el problema irlandés?
-“Sí, tengo algunas ideas, pero no quiero hablar de ellas aquí. Al fin y al cabo, soy simplemente un actor.”

lunes, 4 de junio de 2007

MIRAME




















Los ojos.... Siempre los ojos.... Mírame y calla, no abras la boca.
La paz, pensaba Albert Camus, es amar en silencio. Pero el otro y la conciencia nos aprisionan en la palabra. Hay que hablar. Y entonces el amor se convierte en un infierno... Por eso quiero fijarme en los ojos.
Me dicen todo lo que necesito saber por ahora. Mírame mirarte, devuelve la mirada... Y no digas nada.

viernes, 16 de marzo de 2007

EL SAPO DE LA PRINCESA


CASI UN CUENTO
Esto que sí, es casi un cuento, lo escribí para la revista escolar AKAKILOKO. Lo publico aquí ahora porque, como las fábulas antiguas, tiene una moraleja que, al contrario que la mayoría de las clásicas, me gusta, claro.


EN UN PAÍS NO TAN LEJANO, no ha mucho tiempo vivía una princesa muy bella, pero también bastante caprichosa, como casi todas las princesas, y muy espabilada –esto algo más raro-, que el día que comienza nuestra historia se llamaba Roberta. Porque veréis, a nuestra princesa al nacer le habían puesto 27 rimbombantes nombres, uno por cada letra del abecedario. O sea Augusta Bonifacia Calíope Desideria Euterpe Filomena Genara Horacia Isaura Jacinta Kodaira Leda Mauricia Norma Ñoña Olimpia Polimnia Quiliana Roberta Salma Terencia Urraca Valentina Winona Ximena Yerissa Zenobia. Y claro, comprenderéis que era imposible decir su nombre completo sin ahogarse. Por lo que cada mañana, nada más cantar el gallo, se elegía consecutivamente uno como nombre del día. Y es el caso que esta mañana de abril le tocaba llamarse Roberta. Paseando iba alrededor del estanque del jardín de palacio -los tibios rayos del sol caldeando sus sonrosadas mejillas-, cuando de pronto algo gordo y oscuro saltó delante de ella.

- “Ah –exclamó sorprendida, pero con la moderación que demandaba la sangre azul-, ¿qué es esto? ¿Quién osa perturbar en tan abrupto y descortés modo mi cotidiano paseo matutino?” Hablar de manera rebuscada y anacrónica era para ella signo de condición aristocrática.

-“Croac, croac, croac..” –fue la única respuesta.

Y repuesta ya del susto, Roberta se acercó a la orilla del estanque, de donde provenía el ruido, y descubrió entre los juncos a un espléndido y orondo sapo. Asentado en sus patas traseras, la cabeza erguida y mirándola con ojos translúcidos, aquel era un batracio singular.

No se trata de un vulgar sapo, concluyó enseguida la princesa. La altivez de su porte, la inteligencia de su mirada, su inquisitivo croar… No, no es un sapo cualquiera, claro está, sino, ¿qué duda cabe?... ¡un príncipe encantado!

Roberta lo había leído en muchos cuentos. Las brujas tenían la manía de convertir a príncipes apuestos en repugnantes sapos, que se veían así condenados a llevar una vida arrastrada hasta que el maleficio no fuera roto por el beso de una hermosa doncella, preferiblemente princesa como ella.

Muy excitada por haber encontrado a su propio príncipe, Roberta cogió el sapo, que no opuso resistencia, y lo guardó con cuidado en su bolsillo derecho, para que al volver al palacio nadie lo viera. Quería mantener en secreto su hallazgo. Así que subió a su alcoba y escondió al animal en un cofre, donde colocó agua y pan, mientras iba a la biblioteca real a averiguar qué comían los sapos. Allí se dirigía cuando se encontró con el Rey Leopoldo, un monarca benévolo y viudo, que había consentido a la princesa como la niña de sus ojos.

-Quiliana… -empezó a decir el Rey nerviosamente.
-Roberta, papá, hoy soy Roberta.
-Ay, sí hija, Roberta… Pero es que tengo una gran noticia. El Rey de Quelatatía nos envía a su hijo, el príncipe Lisandro, para que lo conozcas. Es hora de ir pensando en casarte. Has cumplido los 22 años, yo soy muy anciano y el Reino necesita asegurar la sucesión.

Al día siguiente se organizó un espectacular recibimiento, con todo el pueblo agitando banderitas y un desfile de mil guardias a caballo, además de un gran baile en palacio, al que se invitó a la aristocracia más rancia. El príncipe Lisandro era gallardo y no mal parecido, aunque un pelín vanidoso. Pero Salma –éste era su nombre del día- no cesaba de pensar en el sapo, que imaginaba el joven más bello del mundo, víctima de un cruel encantamiento. Aquella noche, terminados los festejos y a solas en su habitación, lo sacó del cofre y sosteniéndolo en su mano, clavó sus hermosos ojos azules en los verdes translúcidos del sapo. Luego los cerró y estampó un sonoro beso en la rasposa cabeza del animal. Pero no ocurrió nada. La princesa pensó entonces que el beso debía ser más en regla y cerrando de nuevo los ojos, y sobreponiéndose a una natural repugnancia, acercó su boca a la del sapo. Pero con el mismo decepcionante resultado.

Pasaron los días y se sucedieron los nombres. Hoy Zenobia no ha comido, se le ve cada vez más delgada y sumida en una honda melancolía. Aunque convocó a los mejores naturalistas del reino, no ha conseguido aprender el lenguaje de los sapos. O Aurelio, que es como ha bautizado provisionalmente a su príncipe encantado, tampoco lo conoce bien y simplemente se dedica a lamentarse con ese croar sin sentido. De nada han valido los doloridos ruegos de su padre, ni las estrictas admoniciones del primer ministro –ignorantes ambos de la existencia del sapo- para que se comporte con la responsabilidad propia de su estirpe. Las princesas no han nacido para ser felices, le aseguran, ni para comer perdices. Eso es un cuento. Las princesas tienen la obligación de casarse con el príncipe apropiado y asegurar con hijos la continuidad dinástica. El Parlamento aprobó una moción conminando a Su Alteza a elegir marido. Pero la princesa, que como sabemos no era nada tonta, encontró la forma para demorar su decisión indefinidamente.

Proclamó solemnemente que sólo se casaría con quien dijera por orden y sin respirar todos sus nombres. Muchos lo intentaron, pero ninguno consiguió pasar de Valentina, y varios necesitaron asistencia médica por falta de oxígeno. Pasaba el tiempo y la princesa, cada vez más delgada y pálida, era ya una sombra de su antiguo esplendor. Por la noche, en la cama, lloraba abrazando al sapo contra su sobrecogido pecho. Cuando le miraba veía en sus verdes ojos toda la pasión del tierno amante que, ella sabía, estaba atrapado en aquel cuerpo de anfibio, que ya no le repelía. Ya no percibía la rugosidad de su piel ni la viscosidad de su lengua; sólo sus ojos, esos ojos translúcidos donde veía amor y bondad infinitos. Y ya no le hablaba con la pomposidad real de antaño. Sólo le repetía dulces palabras de cariño, mientras le acariciaba la cabeza con sus delicados dedos, ahora tan delgados que habían perdido todos sus anillos.

Cuando cantó el gallo y de nuevo le tocó llamarse Roberta, como el día de su hallazgo, se encontró tan debil que apenas pudo levantarse. Sentada en la cama, miró al sapo, su Aurelio, y sintió miedo. Había descubierto que se puede morir de amor y la vida se le escapaba. Entonces agachó la cabeza y lloró, lloró desconsoladamente. “Si él no puede recuperar su libertad –murmuraba entre sollozos-, ¿por qué no puedo yo al menos ser como él? ¿No hay nadie que se apiade de mi desdicha? Si él no puede subir hasta mí, ¿por qué no puedo bajar yo hasta él?” Y lloró y lloró, como nunca lo había hecho, con una pena profunda que no cabía en aquel palacio inmenso y debió llegar a alguna bruja, ablandándole el corazón. Porque, sin saberse cómo, cuando la sirvienta acudió a ayudarle a vestirse sólo encontró su camisón de dormir tirado en el suelo. Ni rastro de la princesa, que todos imaginaron había sido secuestrada.

Se creó una gran alarma en el reino, se prometieron recompensas por cualquier pista del paradero de la princesa, pero toda búsqueda fue inútil, pasó el tiempo y el Rey Leopoldo murió, dejando un trono vacío, sin heredero. Cuentan que el Parlamento proclamó rey a un príncipe extranjero. Pero nada de esto supieron dos sapos que vivían dichosos en un recóndito rincón del enorme jardín del palacio. Allí saltan y croan. Y de vez en cuando se miran a los ojos, verdes unos y azules los otros, y juntan sus bocas. Son felices comiendo insectos y nada temen. Bueno, ella sí, y por eso nunca se aventura a abandonar su escondido paraíso a la luz del dia. Ella tiene miedo a que alguna persona con muchos cuentos leídos la encuentre, la coja y la bese.

martes, 13 de marzo de 2007

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS (Israel, 2004)





En una de las escenas más hermosamente cargadas de intención simbólica de la última película del director israelí Eytan Fox, Axel (Knut Berger), un joven alemán de visita en Israel, intenta andar sobre el mar de Galilea, mientras un atónito Eyal (Lior Ashkenazi), su atractivo guía turístico judío, le advierte sarcásticamente que le han mentido, que no se puede caminar sobre las aguas. Aunque sólo consigue un remojón, Axel insiste en que por supuesto es posible, simplemente hay que descargarse previamente de toda la negatividad interior. La crónica de este proceso de liberación de Eyal -en realidad, un frío superagente del Mossad, experto en asesinar terroristas con inyecciones letales- es el núcleo central de una película que consagra como cineasta maduro a la joven promesa de Yossi&Yagger.

Producto más del corazón que de la cabeza, Caminar sobre las aguas es una bella parábola, sabiamente desarrollada, que reflexiona sobre la inutilidad de la venganza y su principal efecto colateral, la deshumanización del verdugo, con infinitamente más imaginación y eficiencia narrativa que la celebrada, y veinte veces más costosa, Munich de Spielberg. Eyal no puede llorar, según el médico por un problema de los conductos lacrimales. Pero sabemos que la verdad emocional es más inquietante. Tras años de matar por razones de Estado, su alma se ha secado. Su notable atractivo físico esconde una despiadada máquina sin sentimientos que “mata todo lo que toca”, como le escribe en una nota de despedida Iris, su mujer, cuya presencia mantiene sobrecogido a Eyal en atormentada memoria. Es esta una de esas historias que se quedan contigo, que pasan a formar parte de tu experiencia vital y en cierta medida te hacen crecer como persona.

Una película prácticamente perfecta que no recibió toda la atención que merecía en su estreno hace un par de años. Menos mal que existe el DVD (editado en España por Cameo, una compañía ejemplar, indudablemente constituída por amantes del cine, y con un creciente catálago de espléndidas películas).