jueves, 12 de noviembre de 2009

CAVA SIN GAS


Si Donizetti es exquisito vino blanco y Verdi un añejo Rioja, Rossini tiene que ser puro champán, una burbujeante explosión de pegadizas melodías, trepidantes crescendos e irresistible vitalidad, el mejor antidepresivo que conozco. Y La Italiana in Algeri uno de sus más logrados dramas giocosos, superado solo, si acaso, por Il Barbiere. Una divertida historia, casi un vodevil, del triunfo del amor sobre el infortunio, con un guiño más serio a la ansiada unidad de la patria italiana, ofrece excelentes oportunidades de lucimiento a una mezzo de amplio registro y personalidad acusada, un tenore di grazia de elegante fraseo y agilidad y un bajo bufo con facilidad en la coloratura.

Sobre el papel, la producción del Teatro Real parecía una apuesta segura y acudí con gran expectación a la segunda función del primer reparto. Vesselina Kasarova, un tanto fría en Cruda sorte, su aria di sortita, entró pronto en calor y ofreció una buena interpretación de la indomable Isabella -aunque más sobrada en determinación que en seducción- , con un soberbio Pensa a la patria. El Lindoro de Maxim Mironov obviamente no resiste la comparación con Juan Diego Flórez, pero exhibió una voz totalmente adecuada, una coloratura impecable y una gran musicalidad, junto a una creíble presencia dramática. Michele Pertusi musicalmente creó un intachable Mustafá, sin miedo a las exigentes pirotecnias vocales del papel, pero su atractivo aspecto físico y digna compostura contradecían irreparablemente la línea argumental. Che muso, che figura (qué facha, qué aspecto) canta Isabella en su primer encuentro con el Bey, al que encuentra ridículo obviamente no solo por su exótica indumentaria, sino principalmente por su grosero sobrepeso y ridículas ínfulas de amante conquistador , como Ponnelle entendió en su legendaria producción con Marilyn Horne (que disfruté en el Covent Garden, y ahora en DVD en una función del Metropolitan).

Porque el gran e inexplicable fallo de esta nueva producción del Real es la incapacidad de Joan Font y del Comediants para entender la historia. Si la producción de La Cenerentola del grupo catalán fue aceptable, con vistoso colorido, esta nueva incursión rossiniana es un absoluto desastre. El color se reservó para el vestuario. El soso movimiento escenico (junto a la perversión de introducir elementos bufos prácticamente solo en la emotiva escena de Pensa a la patria) disipó todo el espíritu jocoso de Rosini. Y encima Jesús López Cobos parecía estar dirigiendo Semiramide. La obertura, desprovista de nervio y chispa, sentó las bases para una función carente de gracia y aburrida, donde todos parecían producir las notas (excelentes y sin faltar ninguna) con piloto automático. O sea que, esperando Dom Pérignon, tuvimos que contentarnos con cava sin gas.

(Foto: Momento del finale del primer acto)

sábado, 29 de agosto de 2009

EMBRUJAO

Por mi sendero yo voy, por mi sendero yo vengo... Eran las primeras palabras -en tangos- con las que calentaba su preciosa voz en el primer cante del primer disco (Viento del Este). Y casi 15 años después ahora reconocemos una declaración de principios, un anuncio y una promesa. Cumplida. Miguel Poveda es un cantaor puro, con ramalazos de Caracol. Mairena y Farina. Los maestros a los que sin duda recuerda con reverencia. Pero es también un molde nuevo, único y personal, que ha encontrado su propio camino, un decir apasionado, con el alma en la garganta, que sin dejar de alimentar sus raíces flamencas vuela por múltiples parajes, acompañado de solo una guitarra o arropado por toda una orquesta sinfónica. En andaluz o en catalán, con quejíos de fandangos o requiebros de boleros, parece querer explorarlo todo, sin dejar de ser él mismo. Debo confesar que acabo de descubrirlo. Le había escuchado hace un tiempo en un dúo maravilloso en catalán con Marina Rossell (Queda't de mi alguna cosa), llamándome la atención el acento y el color de su voz. Pero no ha sido hasta las Coplas del querer, su nuevo disco ya todo un superventas, cuando su arte me ha cautivado. ¿Ha sonado la copla alguna vez mejor, con más pasión y verdad? Ya tengo toda su discografía (ocho albumes) y no paro de escucharla. Debo recuperar el tiempo perdido.

martes, 14 de julio de 2009

mis 100 películas: 5. Ronda nocturna




RONDA NOCTURNA (Argentina, 2005). Dir: Edgardo Cozarinsky

Cae la tarde sobre Buenos Aires y el enjambre humano diurno se recluye en sus casas para ser sustituido por la variopinta fauna que habita la noche de la gran urbe. La penetrante cámara de Cozarinsky sigue a Víctor, un chapero y pequeño mercader de cocaína de 19 años, interpretado con delicadeza por el atractivo Gonzalo Heredia, mientras hace su ronda nocturna y se encuentra con colegas, clientes, vendedores, sintechos... El paisaje es muy oscuro, poblado por miserables, marginados y sonámbulos, pero iluminado en buena medida por la mirada poética del director y guionista de la película y el candor y la inusual belleza, física e interior, de Víctor, más traficante de sueños que de otra cosa. Cuando finalmente amanece de nuevo, todo es lo mismo. Junto al chico hemos vivido entre la realidad y el sueño escenas triviales y extraños sucesos, pero en el fondo nada ha pasado. La ciudad sigue igual. Mientras, Víctor se pierde en ella, como cada uno de nosotros en nuestra propia realidad, en la que nunca hacemos mella.

domingo, 28 de junio de 2009

GAY PRIDE, 40 AÑOS DESPUÉS

HOY SE CUMPLEN 40 años del estallido de esos disturbios de Stonewall Inn que enfrentaron a un puñado de homosexuales con la policía neoyorquina y se extendieron durante varios días como reguero de pólvora por todo el Greenwich Village, llegando a simbolizar el punto de partida del movimiento de liberación gay. Desde entonces el 28 de junio es el día del Orgullo Gay en todo el mundo civilizado. Día de reivindicación, en la mayoría de los países, o de celebración primordialmente, en aquellos pocos privilegiados -como el nuestro- donde se ha conquistado la igualdad legal. El ya legendario bar (bueno es recordarlo) era frecuentado más bien por transexuales, chaperos y jóvenes afeminados y fueron ellos ese día, hartos de persecución, de redadas y de abusos, quienes dijeron hasta aquí hemos llegado. Con tacones o sin ellos, presentaron cara -maquillada o no- a las fuerzas represivas de una sociedad homofóbica y opresiva que los pisoteaba a diario. Cuando, tras cada manifestación del Orgullo Gay, se oyen críticas de los excesos plumíferos de muchos de sus participantes transvestidos, porque nos dan una mala imagen, porque la comunidad gay no es en realidad así, olvidamos que fueron las locas y los afeminados los que tuvieron cojones para presentar batalla a una policía particularmente temible. Desde siempre habían sido ellos los que, mientras la mayoría nos manteníamos en nuestros vergonzantes armarios, recordaban a una sociedad hipócrita, de barata moral victoriana, la diferencia de su sexualidad. Soportaron durante decenios encarcelamientos, agresiones y, cuando menos, el ridículo. Pero se vestían como querían, hasta se pintaban los labios y no negaron ese amor que no osaba decir su nombre. Hoy, 28 de junio, debería ser ya mucho más que el día del Orgullo Gay. Una efeméride del Orgullo de todos, de una sociedad que por fin sabe reconocer y celebrar la riqueza de la diversidad, fuera y dentro de la cama, en la comunidad gay (donde cabe el hipermacho y el sarasa) y en la comunidad en general. No me gustan mucho las banderas, porque nos dividen y separan en tribus con sus diferentes colores. La del Orgullo Gay, por feliz intuición, reunió a todo el espectro del arco iris.

domingo, 26 de abril de 2009

mis 100 películas: 4. El Gran Dictador



EL GRAN DICTADOR (EEUU, 1940). Dir: Charles Chaplin

Chaplin versus Hitler. Quienes respectivamente harían reir y llorar más al mundo nacieron la misma semana de 1889 y compartirían parecido bigote. Debió ser inevitable que cuando la locura fanática del nazismo amenazaba con destruir la civilización europea, el vagabundo humanista intentara evitarlo con su únicas armas: su genio y una cámara. Pagada con su propio dinero, cuando Hollywood y EEUU preferían no inmiscuirse en el conflicto, esta única comedia triste satiriza y socava al fascismo con el bien probado arte del Charlot universal (aquí un barbero judío), pero en intenso crescendo el humor queda ahogado por la sombría tragedia que representa el ridículo Hynkel (igualmente Chaplin, en una soberbia parodia del Führer). Chaplin declaró luego que si entonces hubiera conocido la enormidad del horror nazi, nunca habría realizado la película. Su sonrisa sin duda congelada. La historia del cine habría perdido esta perfecta fusión de entretenimiento comprometido y apasionado manifiesto. Un canto al individuo y su libertad frente a toda tiranía, resumido en ese -para algunos, ingenuo- discurso final, ni del barbero, ni del dictador, sino ya del propio Chaplin, que en esta película habla (y cómo) por primera vez.

lunes, 13 de abril de 2009

SUJETADA POR EL TALLE









HA MUERTO Corín Tellado, en su Gijón natal, a los 82 años y deja cuatro mil novelas rosas. La Agatha Christie española, el autor más leído en castellano, dicen, después de Cervantes. Por lo visto una mujer de armas tomar, divorciada, independiente, que crió a sus hijos ella sola, dictando sin parar historias de amor con adjetivos rebuscados, donde las pasiones eran fogosas y las almas recias. Pero para mí siempre será ese nombre exótico destacado en las cubiertas chillonas, con un coral en la esquina, de esas novelitas en rústica de papel amarillento que mi abuela alquilaba -qué tiempos aquellos- y devoraba con la misma rapidez con que Corín debía imaginarlas. Una al día. Y era yo quien se las cambiaba en la tienda de tebeos de Elena, en la calle Pajaritos, cerca de nuestra casa en Málaga, a la que se accedía por unas escaleras pintadas de blanco, de escalones que entonces me parecían enormes. Mi abuela se llamaba María y, para que yo no le trajera una que ya había leído, las marcaba escribiendo a lápiz una M mayúscula, con rabillo de caligrafía antigua, en el ángulo superior derecho de la primera página. Por el camino yo examinaba las portadas, siempre con parejas vestidas de domingo, que se parecían poco a las que yo conocía, siempre en diverso estado de acercamiento corporal. Algunas a punto de darse un beso que nunca acababa de llegar. A veces las hojeaba, buscando algún párrafo subido de tono, donde poder imaginar el sexo que para mi corta edad era un misterio. Así aprendí que para besar a una mujer había que sujetarla primero por el talle, que los ojos hablaban sin palabras, que la unión de unos labios con otros desencadenaba temblores y aceleraba el pulso... Física y química que no enseñaban en la escuela. Alguna escena más atrevida, con añadidos y reajustes de mi imaginación, incluso contribuyó -parece hoy mentira- a algunos desahogos solitarios. Mi pobre abuela nunca pudo imaginarlo, pero seguramente Corín lo aprobaría. No sé cómo escribía Corín Tellado, ni siquiera si merece el nombre de escritora. Sé que ella distrajo a diario la vejez de mi abuela y le enseñó a leer bien, aunque sin dejar nunca de mover los labios, ayudada por unas gafas que limpiaba con los dedos. Y sé que yo con ella descubrí que la cintura tenía otro nombre.

viernes, 10 de abril de 2009

mis 100 películas: 3. Charade


CHARADE (EEUU, 1963). Dir: Stanley Donen

El tráiler memorablemente comenzaba colocando en una batidora suspense, comedia y romance. Y por una vez la publicidad era cierta. Si al batido -guión chispeante e inteligente, que nunca sabes si tomarte en serio o en broma- añadimos a Cary Grant -un puntito pasado de maduro, pero con todas sus virtudes intactas- y a Audrey Hepburn, divina con un Givenchy para cada escena -aunque al principio del film su marido la ha dejado con lo puesto- , estaba cantado que la fluida cámara de Donen sólo podía producir una maravilla. Una película, quizás no perfecta como Some like it hot o North by Northwest, pero divertida, excitante y entrañable como las dos juntas. Truculenta y llena de equívocos -Grant tiene cuatro nombres en tres días-, rebosante de humor y clase, no sobra una línea y París es un escenario ideal para que brillen ambas estrellas. Que Grant, toda su vida en el armario, incluso juegue a soltar plumas por doquier, mientras se ducha con el traje puesto, es la guinda de este delicioso pastel de merengue.

jueves, 9 de abril de 2009

mis 100 películas: 2. Caminar sobre las aguas


CAMINAR SOBRE LAS AGUAS (Walk on Water, Israel, 2004). Dir: Eytan Fox

En una escena hermosamente significativa, Axel (Knut Berger), un joven alemán gay de visita en Israel, intenta andar sobre el mar de Galilea, mientras un atónito Eyal (Lior Ashkenazi), su atractivo guía turístico judio, le advierte que le han mentido, que no se puede caminar sobre las aguas. Pero Axel, tras el remojón, insiste es que es posible si te descargas antes de la negatividad interior. La crónica de este proceso de liberación de Eyal -en realidad, un frío superagente del Mossad, experto en asesinar terroristas- es el nudo central de una película que reflexiona sobre la inutilidad de la venganza y su terrible efecto colateral -la deshumanización del verdugo- con más imaginación y eficiencia narrativa que la celebrada Munich de Spielberg. Porque esta historia, con Israel y Alemania, el holocausto y el nazismo, como telón de fondo, es en realidad sobre Eyal, un hombre que no puede llorar, según su médico por un problema de los conductos lacrimales. Pero nosotros sabemos que la verdad emocional es más inquietante. Tras años de matar por razones de estado, su alma se ha secado. Sólo su relación, románticamente imposible, con Axel desafía, sin embargo, a la despiadada máquina "que mata todo lo que toca", como le reprocha en nota de despedida su mujer, cuya omnipresente ausencia le mantiene sobrecogido, en atormentada memoria.

martes, 7 de abril de 2009

mis 100 películas: 1. Die Brücke





EL PUENTE (Die Brücke, Alemania, 1959). Dir: Bernhard Wicki

La II Guerra mundial desde la perspectiva alemana, filmada con las heridas y el dolor todavía bien vivos. Siete adolescentes amigos de toda la vida, reclutados cuando ya la guerra está perdida, terminan locamente defendiendo, en su primer y último día de batalla, el pequeño puente de su pueblo (escenario de juegos infantiles) frente a un grupo de tanques americanos. Contrastando el inconsciente idealismo adolescente con la sucia brutalidad de la guerra y con un climax emocionalmente devastador, es uno de los más poderosos alegatos contra la guerra, revelando con descarnada sencillez su obscena futilidad. Una perfecta bomba de relojería anímica, quizás la mejor película sobre la violación de la inocencia.

domingo, 25 de enero de 2009

ELISIR DE JEREZ


EL NUEVO AÑO del Teatro Villamarta líricamente no podría haber empezado mejor. Volvía a casa la celebridad local, Ismael Jordi, en su mejor papel y, pese a contratiempos imprevistos en parte del reparto, la función se saldó con alta calidad y algunos momentos de pura magia belcantista. Presencié la última representación (sábado, 24 de enero), sin que mis grandes expectativas se vieran defraudadas. Para mí, como aliciente añadido, significaba el reencuentro con un antiguo amigo, Stefano de Peppo, un bajo-barítono italiano de bella voz e inteligente sentido dramático, a quien no veía desde su magnífico Leoporello en el Gran Teatro de Córdoba hace dos años. Aunque ya me había avisado por mail que durante los ensayos una hernia de hiato le estaba dando problemas y pensó en cancelar, accedió a quedarse y cantar lo mejor posible, ante los ruegos del teatro, que ya había tenido que encontrar precipitadamente una sustituta para una de las dos estrellas de la producción.
Ainhoa Arteta, que había estimulado nuestro apetito cantado bellísimamente junto a Ismael Jordi un aperitivo del Elisir en el pasado Festival de las Cuevas de Nerja, al final nos dejó con las ganas. Ocupada con la promoción de su nuevo disco crossover (La Vida) y quizás envalentonada por su notable éxito de ventas, la soprano tolosana terminó por cancelar su contrato de Jerez, con una poco creíble excusa e inesperada falta de profesionalidad. En pocos días el Villamarta tuvo que hallar una nueva Adina. Por fortuna, otra Ainhoa, ésta donostiarra y de apellido Garmendia, acudió al rescate. No sé si, como aseguraban algunos jerezanos ofendidos, "hemos salido ganando", pero la juventud de Garmendia, su entusiasmo y su no muy ancha pero brillante voz de soprano lírica hicieron justicia al papel, probablemente creando con su mayor fragilidad física y timbre muy joven una Adina más creíble de la que Arteta habría podido conseguir. Si bien empezó con una emisión algo pálida, se creció durante la representación y su escena final fue conmovedora, con perfecta expresión, dramática y vocalmente, de ese conflicto de sentimientos que perturba ahora a la joven caprichosa, finalmente enamorada de quien antes repudiaba, cuando le cree esquivo.
De Peppo, con acierto en mi opinión, prefirió no requerir en ninguna de las tres funciones la benevolencia del público ante su dolencia -aviso muchas veces recibido con escepticismo y que siempre es arma de doble filo- y superó con clase y profesionalidad las dificultades del papel, con cierta falta de soporte, pero con hermosa voz e incisivos recitativos, huyendo de las bufonadas fáciles del charlatán para crear un astuto Dulcamara, porque la picaresca no está necesariamente reñida con la dignidad.
Rodrigo Esteves compuso un aceptable Belcore, con potencia vocal, que compesó la laboriosa coloratura, y buena planta, aunque moderados recursos dramáticos.


PERO LA ESTRELLA de la noche fue Ismael Jordi. Transformado en Nemorino desde el primer momento, cuando estaba en escena resultaba difícil mirar a otro. Jordi posee una bellísima voz de tenor lírico, tirando a ligero pero con más cuerpo y peso que Flórez, aunque carezca de la facilidad del peruano en el registro agudo, con un buen arsenal de recursos belcantistas; una voz, en fin, ideal para Nemorino. Pero además exhibió un raro talento dramático para encarnar y dar vida al personaje. Tras centenares de noches de opera, en muy contadas ocasiones he presenciado en un cantante tal confluencia de completa adecuación vocal y plena identificación dramática. El Nemorino de Jordi es un joven simple, pero no tonto, ni mucho menos ridículo, preñado de un amor imposible por la chica rica del pueblo. Tímido pero decidido, porque un amor limpio y hondo como el suyo no admite rendición. Y Jordi sabe que en esa patética lucha sin esperanza reside la conmovedora verdad del personaje y el corazón de toda la ópera -una reflexión agridulce, más que cómica, sobre la fragilidad del amor y la vulnerabilidad del enamorado-. Su Nemorino -¿y cuántas veces puede decirse esto en ópera?- resultó perfecto. Quanto è bella fue despachada con gran naturalidad, como una meditación interior, sin asomo de artificio. Marcando así ya desde el principio el tono de una interpretación que constituyó un compendio de todos los recursos del belcanto, un ejemplo singular del tenor di grazia para el siglo XXI, sin amaneramientos ni fácil exhibicionismo, plenamente compenetrado con el resto de los interpretes en los dúos y concertantes. Su ruego en Adina credimi resultó particularmente emotivo por su desesperada contención, pero el momento realmente mágico vino con Una furtiva lagrima. Por unos minutos el tiempo quedó suspendido y se hizo presente el milagro del canto elegíaco. Sentado en el borde del escenario, sus piernas colgando sobre la orquesta, con una sublime mezza-voce, sin asomo de falsete, esculpió el aria como un suspiro del alma; enebriado por el amor, con perfecto fiato en diminuendos y crescendos y un sabio uso del rubato y las sfumature. Obligado a bisar el aria, ofreció una nueva versión con delicadas variaciones y personalísimos matices. El tumulto de aplausos se me antojó escaso. Porque Jordi nos recordó la increíble fuerza y belleza de una tradición de canto cada vez más olvidada, en la que el cantante parte de la partitura para crear una interpretación propia y única, donde la técnica es sierva de la emoción, que eleva y transporta al oyente, con su propia respiración suspendida. A mí, desde luego, se me aceleró el pulso.
La producción de Francisco López se mantiene efectiva sin entusiasmar, el Coro del Villamarta no deslució y la brillante dirección de Gianluca Martinenghi sacó lo mejor de la Filarmónica de Málaga. Pero ésta fue la noche de Jordi, una noche en la que el tenor jerezano demostró poseer, como el elixir, perfetta e rara qualità.

Fotos: Botellita de Tio Pepe, promoción de la producción, que amablemente me firmaron Jordi y Garmendia / Ismael Jordi como Nemorino, rodeado del coro de mujeres (Fuente: Diario de Jerez).

martes, 13 de enero de 2009

EL SILBIDO DE TCHAIKOVSKY










ACABO DE ESCUCHAR a Pyotr Ilych Tchaikovsky silbando y es difícil describir la emoción. También le he oído pronunciar unas cuantas frases más bien insulsas en una especie de reunión de amigos, que incluía a Anton Rubinstein. Considerando que el compositor murió, en oscuras circunstancias, en 1893, jamás imaginé que llegara ese día y no estaba muy preparado para la experiencia, casi una psicofonía de Milenio III. En contra de lo que generalmente se cree, los primeros experimentos de grabación con cilindros por Edison se remontan a 1888. Julius Block, un visionario entusiasmado con el nuevo invento, dedicó gran parte de su vida a grabar artistas y personalidades, principalmente en Rusia y Alemania, de 1890 a 1927. Sus más antiguas grabaciones, primitivas pero de incalculable valor histórico y en muchos casos artístico, se pensaban irremediablemente perdidas durante la Segunda Guerra Mundial, hasta que hace pocos años fueron descubiertas en San Petersburgo. Ahora, e inesperadamente, en una edición limitada de tres CDs, Marston, un sello de culto entre aficionados a las voces antiguas, acaba de editar una buena selección de las grabaciones de Block, amorosamente restauradas. Bajo el título de The Dawn of Recording, The Julius Block Cylinders, incluye grabaciones de piano, instrumentales y vocales, muchas de artistas que hasta ahora habían permanecido mudos, sólo nombres. Me ha llegado hoy en el correo y el primero que he escuchado ha sido Tchaikovsky. Bromeando en el frío enero moscovita de 1890, divagando... y, particularmente emocionante, silbando. La voz estridente, poco elegante, no la que yo esperaba del taciturno compositor de la Patética. Y de pronto es como si mi percepción del artista se hubiera alterado de manera notable. Ahora le imagino picoteando y bebiendo en tertulia, comentando con media sonrisa, tras una espantosa escala de notas de una señora, que el trino podría haber sido mejor o frotándose las manos mientras grita que Block está muy bien, pero que prefiere a Edison. Simplemete, se ha humanizado. Esas pocas frases, y sobre todo esos silbidos, me han acercado al hombre como nunca lo pudo hacer su música. Ya no escucharé nunca más El Lago de los Cisnes del mismo modo. Porque he oído silbar a Tchaikovsky.

The Dawn of Recording. The Julius Block Cylinders. Marston 53011-2. (3 CDs). Con libreto de 70 páginas.

jueves, 1 de enero de 2009

MUTIS... ES HORA


MI AMIGO RUDOLF me manda desde EEUU un recorte de Opera News donde se anuncia un recital de Montserrat Caballé junto al tenor ruso Nikolay Baskov, acompañados por el piano de Manuel Burgueras, para el 14 de febrero, día de San Valentín, en el Avery Fisher Hall, del Lincoln Center de Nueva York nada menos. Y a mano me escribe al margen del anuncio: "Tolo, tell her to stop this nonsense" (Tolo, díle que pare esta tontería). Como buen austriaco es un gran amante de la música y de la ópera y en muchas de nuestras largas conversaciones en Los Angeles le dí la tabarra con mi apreciación de la Diva, muy cercana a la devoción. No creo que nadie haya amado su voz más que yo. Quizás por eso me manda Rudolf ese ruego, como si yo pudiera encontrar la manera de que Caballé supiera decir adiós a la escena, cuando ya hace años que la abandonó el canto. En un penoso recital en Croydon, en los suburbios del Gran Londres, a finales del pasado siglo, la oí cantar por última vez en el escenario. La voz maltrecha, los agudos chirriantes, el fiato laborioso y disminuido..., apenas nada recordaba la Caballé que me hizo amar la ópera. No pude aplaudirla y sentí pena. Desde entonces me propuse, por respeto a mi memoria de su arte, no volver a escucharla en directo. La "Fille du Regiment" de Viena del 2007 fue una excepción, pero era un papel hablado, aunque ella añadiera una propina de cancioncilla tirolesa, y comprobé que seguía manteniendo su poderosa presencia, su aura de gran estrella. Pero cuando vino con el mismo tenor ruso a mi ciudad, Málaga, sólo quise ir al camerino a saludarla. Escucharla ya me duele. No entiendo cómo un auditorio tan prestigioso de Nueva York presta su escenario para un evento en el fondo tan triste. Pero más inexplicable me resulta que su familia, que Carlos, su hermano y asesor artístico, Montsita, su hija y también cantante, Bernabé, su marido y tenor retirado tempranamente, no hayan sabido acabar con este dislate, ya de años; decirle que ha llegado la hora, que ya no puede cantar, y no por respeto a un público que aparentemente sigue pagando para verla (la entrada más barata para el recital neoyorquino cuesta 45 dólares), sino por respeto a ella misma, a su canto y su memoria. La enorme dignidad de su arte, su justa reputación de una de las más grandes voces de la historia de la ópera, no deberían verse empañadas por esta especie de locura última. Con o sin joven tenor rubio, sola o con su hija. No se pueden echar los restos, cuando ya no quedan. Por fortuna siempre tendremos su vasta discografía, en estudio y en vivo, testimonio de que el milagro fue cierto. Los espectadores de ese recital del Lincoln Center deberían inmediatamente escuchar luego en sus casas la Lucrezia Borgia del Carnegie Hall cercano, 44 años antes, o la Parisina d'Este, de 9 años después, para comprender por qué a Caballé se le recordará siempre, mientras haya oídos para el canto puro, de timbre increíblemente bello, legato y filados prodigiosos, seguro en todos los registros; con una voz que se expande -como dijo un crítico francés- igual que un mar en calma, pero también capaz de encresparse con furor dramático. Su voz es ya parte de la historia. Por eso es hora de que Caballé lo reconozca. Tras más de medio siglo pisando los escenarios del mundo entero, es hora del mutis. No pasa nada, nos queda su voz grabada, su imagen filmada. La Malibrán, la Pasta o la Colbrán no tuvieron esa suerte. Es hora, Montserrat. Mutis. Es hora.

(Foto: Caballé con Baskov en un recital en Moscú)