domingo, 29 de mayo de 2011

EXPLOSIVO NIKOLAÏ LUGANSKY



Con un programa centrado en List -delicado y potente Valle de Oberman, sentido Isolden's libestod, encantador Juegos de agua de la Villa d'Este, tres explosivos Estudios de ejecución trascendental...-, pero que también incluyó el Carnaval de Viena de Schumann como desenfadado calentamiento, Nicolaï Lugansky ofreció anoche en la Sala Maria Cristina de Málaga (que, con agregados tras el intermedio, terminó abarrotada a pesar de la Final de Copa de Europa) un concierto realmente memorable. Con prodigiosa técnica, acarició y golpeó al instrumento como no recuerdo haber visto nunca. Elegante y de buena planta, el pianista exhibió un alarde de virtuosismo que por momentos nos transportó a esa edad del Romanticismo decimonónico, donde el piano reinó supremo en los privilegiados Salones europeos. Arropado por el bello y adecuado entorno, el resultado fue casi mágico. Yo, que comencé con ocasionales miradas al partido de fútbol en mi iPhone (de hecho llegué a celebrar el primer gol de Pedrito con los Juegos de agua como banda sonora), pronto acabé por concentrarme exclusivamente en el deslumbrante concierto. Cuando alguien arranca sonidos semejantes al piano, ni el Barça puede competir.






(Grabé los tres bises y aquí los cuelgo, como ilustración. A pesar de la inadecuada toma de sonido, creo que pueden apreciarse las cualidades soberbias del intérprete).

domingo, 8 de mayo de 2011

COCA-COLA: 125 AÑOS DE EFERVESCENCIA











Un día como hoy
, hace siglo y cuarto, un señor de Atlanta con dolor de cabeza entró buscando remedio en la farmacia de un tal John Pemberton, que le vendió un brebaje -de su propia imvención-, una mezcla de semillas de cola y hojas de coca -sí, de esa, de esa coca- y, aunque no sabemos si le quitó la jaqueca, debió quedar bastante contento. Pronto se le añadió gas y se la puso al fresco, comercializándose por 5 centavos como bebida refrescante para calmar la sed. Frank Robinson le dio nombre y diseñó caligráficamente uno de los logos más universales de la historia. Pemberton acabó vendiendo su fórmula por 2.300 dólares y la nueva empresa empezó la fulminante conquista del mundo. Bandera de América del Norte como Superman, la chispa de la vida se convirtió pronto en símbolo del arrasador imperialismo estadounidense. Pero también como icono cultural, consagrado en museos por Andy Warhol, ha llegado al último rincón del planeta. A mí, con muchísimo hielo, no hay bebida que me guste más. Quizás me encanta el cosquilleo en la garganta más que ese indefinible sabor que hoy cumple 125 años. Sé que no debe ser bueno, pero la bebo como el agua y no podía pasar por alto este aniversario. La vida sería más aburrida sin su efervescencia.