jueves, 3 de junio de 2010

Grande Regina, ossia Il Mistero dell'Opera



Hagamos la prueba. Quitemos el sonido del ordenador antes de darle al play de este videoclip. ¿Y qué tenemos? Un show de drag queens se queda corto. Se supone que es Cleopatra, la seductora reina del Nilo, que sometió a César y volvió loco a Marco Antonio. Y uno no acaba de dar crédito. ¿Fue idea de Caballé este atavío y este maquillaje? Y si no, ¿cómo no le puso remedio, defenestrando al director de escena y al diseñador del vestuario? No hay manera de calificar esto, sin caer en la grosería, si nos atenemos a la vista. Pero ahora, activemos el sonido y volvamos a ver la escena. Y, con la sonrisa ya congelada, ¿quién no puede sentir piedad por ella? ¿A quién no se le eriza el vello y se le conmueve el alma? Es un ejemplo perfecto del misterio de la ópera, cuando se encarna en una voz prodigiosa como la de Caballé (incluso la tardía de 1982), ese inexplicable poder transformador del gran canto. Y ya no importan los kilos, ni de carne ni de maquillaje. Porque esa voz ya no tiene cuerpo. Y solo queda el milagro.

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