lunes, 6 de octubre de 2008

UN BAILE (DES)LUCIDO



LA REPRESENTACIÓN de Un ballo in maschera en el Teatro Real el pasado sábado, digámoslo desde el principio, no fue una ocasión memorable y desde luego no quedará en los anales del coliseo madrileño. El público, frío al principio, lo recibió al final con exagerado entusiasmo sin embargo. Personalmente disfruté con la función, aunque los momentos rutinarios y mediocres fueron demasiado numerosos para no empañar la evaluación final de un baile al que si asistes no te lo pasas mal, pero que podrías haberte perdido sin lamentarlo. Marcello Álvarez lleva poco más de una década sobre lo escenarios, a los que se subió tarde, pero su voz mostró preocupantes signos de deterioro. No le faltó voluntad y derrochó sensibilidad, estilo y fraseo ejemplar. Sin embargo los agudos fueron estrangulados, como exhalando el último suspiro desde el principio. Violeta Urmana mejoró notablemente a lo largo de la representación, yendo de un pasable "Ecco l'orrido campo" a un notable "Morró". La voz me sigue pareciendo excesivamente metálica,a veces chirriante, desprovista de ese terciopelo tan apreciable en otras sopranos verdianas, como Ponselle, Tebaldi o Caballé. Pero su Amelia cumplió con suficiencia. Sustituyendo a un enfermo Carlos Álvarez, Ludovic Tézier ofreció un sobresaliente Renato, de voz más clara que el barítono malagueño, pero con impecable legato, depurado estilo verdiano y sin los fáciles histrionismos veristas tan tentadores en este papel. Su conmovedor "Eri tu" fue uno de los momentos más brillantes de este baile menos lucido de lo que cabría esperar. A este barítono marsellés no hay que perderle de vista. El Oscar de Alessandra Marianelli estuvo falto de chispa y coloratura rutilante. Elena Zaremba encarnó una digna y contenida Ulrica. La nueva producción, compartida con el Covent Garden, se sitúa en el Boston colonial, impuesto por la censura de su tiempo a Verdi, en vez de la original Suecia dieciochesca. Sin pérdida ni ganancia en mi opinión. Algo aburrida en un principio, culmina con un golpe teatral de sencilla concepción y espectacular efecto. Un enorme espejo, que sirve de fondo a la escena segunda del tercer acto, devolviéndole su cara al auditorio, se levanta y se inclina para la última escena del baile, reflejando un piso subterráneo con escalera, ricamente alfombrado de rojo, a donde se extiende la actividad de los invitados a la fiesta. Otras ideas, como que Renato dirija su última aria a una estatua del Conde, tendida sobre una mesa y cubierta con una sábana, presagiando el inmediato magnicidio, contribuyeron a que en conjunto la función dejara buen sabor de boca. Además López Cobos dirigió con sensibilidad y precisión a una orquesta que sonó muy bien. Así que dejé el teatro sin arrepentirme de haber comprado la entrada en vez de un jamón de jabugo. Que con los tiempos que corren, y teniendo en cuenta mi devoción al ibérico, no es poco.

2 comentarios:

diego dijo...

Es difícil hacer en este blog un comentario a tu reseña del Ballo, pues ya hablamos largo y tendido en los entreactos y en la cena posterior. Estamos de acuerdo en todo, menos en la Ulrica que, para mi gusto, estuvo penosa, a pesar de los poderosos graves que exhibió. La voz era desagradable en la zona media, en teoría, la más cómoda.Además su caracterización era de bruja de cuento infantil.
Curiosamente no comentamos la ocurrencia de l'orrido director de escena de mandar a la Urmana al fondo del escenario a cantar Ecco l'orrido campo. Ellos son así.
Saludos de Diego

Tolo dijo...

Pues sí, parece que vimos a dos Ulricas diferentes. ¿Sería el derecho su lado bueno? Desde mi palco yo vi otra cosa de la que viste tú desde el tuyo enfrente. Por supuesto no me entusiasmó, pero es tan fácil hacer el ridículo aquí... Y su orden de "Silenzio" ya lo quisiera yo para mí en la clase cuando los niños están revolucionados. Y es cierto, la Urmana no es la Caballé ni en voz ni autoridad. La Montse le habría dicho al director de escena que ella cantaba solamente donde se la pudiera escuchar bien. Pero por otro lado, tardó tanto en calentarse Urmana que no sé yo si que empezara bien lejos no fue después de todo una bendición.